Concepcionistas Franciscanas de Osuna

Los orígenes de los Bizcochos Marroquíes se remontan, cuando la Marquesa de Valdetorres hallándose cierto día en su Casa-Palacio, gozó de la aparición de la Santísima Virgen y le encargó apartarse del mundo y dedicarse en vida a la oración y culto, en un convento donde se hallase una imagen cuya forma representara el modo en que se le había aparecido.
 
 
Inmediatamente la Marquesa, se dispone a abandonar Navarra e inicia un largo peregrinaje por los numerosos conventos de monjas de España. Una vez en Andalucía, una de las últimas ciudades que frecuenta es Écija y recorre todos los conventos. En ninguno de ellos, se representa la aparición que tuvo ocasión de ver. Igual resultado concluía su visita al Convento de la Santísima Trinidad, conocido por los Marroquíes y cuando se disponía a retirarse del mismo semejante noble dama, una de la novicias del convento indicó a la Superiora, que le mostrara la Virgen pequeñita que se hallaba en el noviciado.
 
Se la mostraron, y al momento su semblante cambió completamente con lágrimas en los ojos reconociendo en tan pequeña escultura de la Inmaculada Concepción la misma visión que tiempo atrás había tenido. Por esta circunstancia, ingresó en el Convento de las Marroquíes con sus cuatro doncellas, tomando el hábito el 4 de Diciembre de 1.751, y en él vive, hasta la fecha de su muerte, que tiene lugar el día 4 de Enero de 1.772. Según la tradición de las monjas, fue esta Marquesa de Valdetorres, la que enseñó y transmitió a la comunidad entre otras recetas, la de los famosos “BIZCOCHOS MARROQUÍES”, que aún se preserva con tan preciado cariño.
 
Tras el cierre del Convento de la localidad de Écija en el año 2014, la receta fue trasladada, con el más mínimo detalle, al Monasterio de la Purísima Concepción de Osuna, de la misma Orden de la Inmaculada Concepción, en el cual cuidadosamente se siguen creando de la misma manera que antaño. Todas las noches se elaboran con sutil esmero los ingredientes para el lustre de este delicioso manjar, y al día siguiente tras ofrecer una oración a San Cayetano, inician el laborioso trabajo de preparar los bizcochos marroquíes, creándolos con azúcar, huevos, almidón de trigo y la Gracia de Dios. En cualquier caso el resultado es un manjar digno de degustar.
 
Elaborado con los ingredientes más humildes, el bizcocho tiene un suave sabor y una textura esponjosa que hace las delicias de todos aquellos que los degustan. Un auténtico ejercicio de paciencia para los golosos que frecuentan la Iglesia de la Concepción más temprano, atraídos por el amor de Dios y el aroma de los bizcochos que se puede distinguir desde el pequeño despacho de venta situado en el lateral del templo.